La Unión Europea genera desigualdad y tiene poco de unión a la vista de la economía social. Avanza a distintas velocidades, empobrece a millones de personas en beneficio de unos pocos, sus mandatarios aborrecen que los diferentes pueblos que existen dentro de su seno logren la independencia y, así, podemos seguir muy lejos y con muchos ejemplos.
Es cierto que se producen diferentes ritmos de crecimiento económico y quienes más poder tienen obligan a quienes están en peores condiciones a apretarse más el cinturón. Como se ha visto en esta crisis económica que tenemos, esa realidad ha servido para que en Europa aumente la pobreza y el desempleo por la imposición de la austeridad. Hay 26,1 millones de parados, y en 2012, que son los últimos datos disponibles, había 124,2 millones de personas en riesgo de pobreza y exclusión. Ocurre porque el poder político de quienes gobiernan la UE se alía con los intereses económicos, con los 6.550 lobbies que golpean una y otra vez la puerta de los despachos de los comisarios para que las políticas sigan la línea que les otorgue más beneficios. Es simple. El poder llama, y el gobernante acude en su rescate.
¿Cómo puede ser que dentro de la UE exista un exagerado dumping social? ¿Cómo puede ser que haya tantas diferencias salariales entre los diferentes pueblos? ¿Cómo puede ser que la igualdad entre hombres y mujeres, a pesar de la prolija legislación, siga sin producirse? ¿Cómo puede ser que en esa Europa del supuesto bienestar social la pobreza crezca a pasos agigantados y se apoye antes a las entidades financieras que a las personas sin recursos? La Unión Europea ha destinado en esta crisis económica más de 4,5 billones a las entidades financieras para sanear sus cuentas, para sanear la crisis en la que nos han metido.
Esta nueva etapa que comienza en el Parlamento Europeo tendrá que afrontar muchos retos, aunque no hay sitio para la esperanza. El primer reto es el tratado de libre comercio entre Estados Unidos y Europa. Lo poco que se sabe por ahora muestra un futuro basado en el poder de las multinacionales, no de los pueblos, de los agricultores, de los ciudadanos. ¡Queda mucho por hacer!